domingo, 1 de julio de 2012


VACUNAS MATAN GENTE! 
DESPIERTEN!!!!!! 
Recientemente, ha habido una “epidemia” del así llamado “Síndrome del Bebé Golpeado”. Habitualmente los padres y cuidadores de niños como las “nanas” han sido acusados en forma incrementada de zamarrear al bebé al punto de causarle daño cerebral permanente y muerte. ¿Por qué? ¿Existe un incremento sin precedentes en el número de personas que cometen infanticidio o que tienen una ambición de dañar seriamente a bebés? ¿O existe algo más siniestro en juego?
Algún tiempo atrás, comencé a recibir pedidos de abogados o de parte de los mismos padres acusados, de informes de experto. Un estudio acabado de la historia de esos casos reveló algo distintamente siniestro: en cada caso por separado, los síntomas aparecieron en breve, después de las vacunaciones del bebé.
Durante la investigación del historial médico personal de esos bebés, basado en los diarios de los cuidadores y registros médicos, establecí rápidamente que a esos bebés se les dio una o más de la serie de vacunas, llamadas de rutina, de la hepatitis B, DPT (Difteria, Pertussis y Tétanos), Polio y HIB, brevemente antes que desarrollaran síntomas de enfermedad, resultando en grave daño cerebral o muerte.
El escenario habitual es que un bebé nace y está bien inicialmente. A la edad habitual de 2 meses, se le administra la primera serie de vacunas mencionadas arriba. (Algunas veces una inyección de hepatitis B es dada inmediatamente después del nacimiento, mientras madre y niño están aún en el hospital. Sin embargo, un gran número de bebés ahora muere dentro de días o de 2 a 4 semanas de nacidos, después de la vacuna de la hepatitis B, según está documentado por los registros VAERS (Sistema de Informe de Efectos Adversos por Vacuna en los EEUU).
De manera que los bebés dejan de progresar, comienzan a deteriorarse y usualmente desarrollan señales de infección del tracto respiratorio. Luego viene la segunda y tercera inyección y la tragedia golpea: el niño podría llorar intensa e incontroladamente, podría dejar de alimentarse apropiadamente, vomitar, tener dificultad para tragar, llegar a estar irritable, dejar de dormir y podría desarrollar convulsiones con acelerado deterioro progresivo de su condición y  principalmente del funcionamiento de su cerebro.
Este deterioro podría ser rápido o podría avanzar lentamente hasta que los padres notaran que algo está muy mal con su hijo y luego correr al doctor u hospital. Resulta interesante que a ellos se les pregunta invariablemente cuándo el bebé fue vacunado. Sabiendo que el bebé fue ciertamente vacunado, a los padres se les podría re-asegurar que todos sus síntomas se pasarán.  Ellos son enviados a casa con el consejo “Déle a su hijo Paracetamol”. Si ellos persisten en considerar la reacción del bebé como grave, podrían ser etiquetados como padres ansiosos o problématicos. Así que los padres se van a casa y el hijo permanece en una condición grave o muere.
Hasta recientemente, la muerte por vacuna podría ser etiquetada como de la “muerte infantil repentina”, particularmente si los síntomas y manifestaciones patológicas fueran mínimas. Sin embargo, hoy en día, con una alarmantemente incrementada frecuencia, los padres (o al menos uno de ellos, habitualmente el padre) podría ser acusado de zamarrear al bebé hasta la muerte. El acusado podría incluso “confesar” el zamarreo del niño, dando la razón –por ejemplo- de haber encontrado al niño yaciendo quieto y no respirando o con una mirada congelada en sus ojos, los padres lo zamarrean suavemente -como si  fuera natural- en su intento de revivirlo. Algunas veces, irónicamente, ellos salvan la vida del bebé, sólo para ser acusados de causar los daños internos que hicieron que el bebé dejara de respirar en primer lugar, y donde de hecho estuvieron presentes cuando tomaron al bebé para revivirlo.
No importa lo que los padres digan o hagan, todo está contra ellos. Si ellos lloran y son emocionales, ellos serán acusados de mostrar signos de culpabilidad. Si ellos se las arreglan para permanecer compuestos y sin emocionalidad, ellos serán llamados calculadores, controladores y culpables debido a eso.
En otro escenario los padres tratan de describir los síntomas al doctor que los atiende en el hospital o en cirugía, pero están totalmente perdidos para comprender qué le ocurrió a su bebé. Para su impacto, ellos descubre más tarde que mientras ellos estaban describiendo los síntomas observados el médico u otro miembro del staff estaba escribiendo 3 palabras en el registro médico: Síndrome bebé golpeado.
Muchos de estos padres terminan enjuiciados e incluso sentenciados en prisión por un crimen que alguien más cometió. Algunos de estos casos han sido resueltos por pericias en la apelación o han sido ganados basados en informes de experto, demostrando que las vacunas son la causa de los daños observados o muerte. Sin embargo, sólo dios y un buen abogado  pueden ayudar a esos padres o cuidadores, a quienes les tocó ser no-educados o tener registros criminales, particularmente por violencia, o tener historias anteriores de muertes similares “sin explicación” de un bebé a su cuidado o -peor aún- tener un bebé dañado por vacunas con un brazo quebrado o con cráneo fracturado. Más y más a menudo, a los desafortunados padres se les da la opción de un “trato”: si ellos confiesan y/o se acusan culpables, sólo obtendrán un par de años en prisión, pero si no lo hacen, podrían terminar obteniendo hasta 20 años.
Me dijo una trabajadora social en los EE.UU. que muchos padres se están pudriendo en cárceles de Norteamérica. Primero, ellos son obligados a vacunarse con lo que se les ha acusado, y luego, cuando ocurren los efectos secundarios de muerte, son acusados de causarlos.
Inevitablemente existe la posibilidad que el infanticidio o abuso infantil esté involucrado en algunos casos. Sin embargo, no existe razón determinable por la cual tantos padres u otros cuidadores de niños de repente empiecen a comportarse como tales abusadores de infantes. Es increíblemente insensible y llama a sospechar de inmediato y acusar a los distraídos e inocentes padres de dañar a su propio hijo.
ESTUDIOS MÉDICOS
Miremos ahora la literature médica que trata con el syndrome del bebé golpeado y abuso infantile.
Caffey (1972, l974)1,2 describió el “syndrome del bebé golpeado” como un resultado de zamarreo manual de las extremidades con sangramiento intracraneal e intraocular inducido, relacionado con daño cerebral permanente y retardo metal. Él se refirió a su propio paper, publicado casi 30 años antes a los papers citados arriba, los que describen lo que él llamó  ”los originales 6 bebés golpeados en 1945″. Los elementos esenciales en esta descripción eran hematomas, sangramientos intraoculares y cambios en los huesos largos de múltiple tracción. Estos descubrimientos llegaron a convertirse en la marca de la “evidencia” que un niño había sido golpeado antes de desarrollar estos síntomas.
Reece (1993)3 analizó abuso infantile fatal y syndrome de muerte súbita infantil (SIDS) y consideró las críticas decisiones diagnósticas. Enfatizó que distinguir entre una muerte infantil inesperada debido al SIDS y una debido al abuso infantil desafiaba a los pediatras, médicos de familia, patólogos y agencias de protección infantil. Por otro lado, ellos deben informar de instancias de sospechas de abuso infantil y proteger a los otros niños en la familia; y por otra parte,  todos concuerdan que el conocimiento en esta área es incompleta y la ambigüedad existe en muchos casos.
Duhaime et al. (l992)4 escribió que “pacientes con hemorragia intradural y sin historias de gtraumas deben tener también exámenes radiográficos y clínicos de impactos en la cabeza, inexplicables fracturas a huesos largos u otros tejidos en los que se haya infligido daño, para eliminar completamente la posibilidad de hemorragia intracraneal espontánea como podría ocurrir raramente de una malformación o desorden hemorrágico.”
Mientras no esté en disputa que algunos padres y cuidadores de niños pudieran causar los daños arriba mencionados por un maltrato a los niños, uno debe tener mucho cuidado en interpretar descubrimientos de patologías similares de daños causados por otros, pues es un insulto a quienes no tienen nada que ver con daños mecánicos y maltrato infantil.
Nunca olvidaré al padre de un bebé de 1 mes de vida, quien después de entrar en apelación por haberle causado síndrome de bebé golpeado, dijo estas palabras: “Aún no sabemos qué mató a nuestro bebé.” Pero ocurre que no se le ocurrió a nadie decirles que fue la vacuna la que mató a su bebé.
Entonces ¿qué otra cosa pudo causar daño cerebral, sangramiento intracranial, hemorragias oculars retinales y fractura de cráneo y otros huesos?
Desde que comenzaron las vacunaciones infantiles, se informó de graves daños al cerebro, cardiovasculares, metabólicos y otros daños, empezando a llenar las revistas médicas.
Ciertamente, las vacunas como la pertusis (tos convulsiva) son actualmente usadas para inducir encefalomielitis (encefalomielitis alérgica experimental) en animales de laboratorio (Levine and Sowinski, 1973—5). Esto es caracterizado por hinchazón del cerebroy hemorragias de una extensión similar a la causada por daños mecánicos (Iwasa et al., 1985′)6.
Munoz et al. (1981)7 estudiaron actividades biológicas de una toxina, pertusinógeno cristalino, producido por la pertusis Bordetella, el agente causante en la pertusis y un ingredient active en todos los tipos de vacunas pertusis, ya sean celulares o acelulares, en un número de experimentos de laboratorio con ratones. Ellos establecieron que diminutas cantidades de pertusinógeno inducía la hipersensibilidad a la histamina (aún detectada 84 días después de su administración), leucocitosis, producción de insulina, producción incrementada de anticuerpos de IgE y Gi para la albúmina de huevo de gallina, susceptibilidad a chock anafiláctico y permeabilidad vascular de músculo estriado. Una dosis de 546 nanogramos por ratón mató al 50% de las ratas. Típicamente, las muertes fueron retardadas. Cuando una dosis de 5 microgramos de pertusinógeno fue administrado, la mayoría de las ratas no ganaban peso y morían por el día 5; la última rata murió el día 8. Una dosis de 1 microgramo de una preparación, mató a 4 de 5 ratas. Las primeras ganaron peso del día 2 al 5, pero entonces permanecieron cerca del peso constante hasta que murieron. Incluso la que sobrevivió por 16 días (fue entonces asesinada) experimentó crisis (se detuvo en ganar peso) en los días en que las otras murieron. La que vivió más, podría haber muerto el día 24. Esto es otro de los días críticos identificados por la investigación de Cotwatch en bebés respirando, en la que bebés tienen brotes de estrés inducido al respirar, o mueren después de la vacunación.
Interesantemente, cuando animales de laboratorio desarrollan síntomas de daño por vacuna y luego mueren, nunca es considerado coincidente; pero cuando niños desarrollan los mismos síntomas y/o mueren después de la administración de las mismas vacunas, es considerado coincidencia o causado por sus padres u otros cuidadores. Cuando todo esto falla, entonces es considerado “misterioso”.
Reacciones atrasadas son la norma más que la excepción. Esto ha sido explicado como una consecuencia de una complejitud inmunológica intravascular de antígeno particulado (organismos pertusis celulares o acelulares) (Wilkins, 1988′)8.  Sin embargo, los vacunadores tienen gran dificultad con esto y como una regla dibujan largamente líneas de tiempo irrelevantes para aceptar la vinculación causal entre administración de vacunas y un conjunto de reacciones, usualmente de 24 horas hasta 7 días. Sin embargo, la mayoría de las reacciones a las vacunas son retrasadas y la mayoría de los casos son entonces considerados sin relación a la vacunación.
Uno sólo tiene que revisar un inserto de producto de la vacuna de la hepatitis B, para ver que aparte de reacciones locales colaterales, podrían ocurrir un número de signos neurológicos tales como parestesia y parálisis (incluyendo el Síndrome de Guillain-Barré, neuritis óptica y esclerósis múltiple).
Devin et al. (1996)9, describieron hemorragias retinales, las que son empáticamente consideradas la señal segura de abuso infantil, incluso cuando éstos pueden ser causados por las vacunas. Goetting and Sowa (1990)10 describieron hemorragia retinal la que ocurrió después de resucitación cardiopulmonar en niños.
El abombamiento de la fontanela fue descrito por Jacob and Mannino (1979)11, como una directa relación a la vacuna DPT. Ellos describieron un caso de un bebé de 7 meses de edad quien 9 horas después de la tercera vacunación DPI’ vaccination, desarrolló un abombamiento anterior de la fontanela y llegó a estado febril e irritación.
Moretones y sangramiento fácil es una de las características señales del desorden de coágulos, trombocitopenia, un reconocido efecto adverso en muchas vacunas. Sus primeras señales son moretones y sangramiento y erupciones similares a petequias. Trombocitopenia podría resultar en el cerebro y otras hemorragias (Woerner et al.L, 1981)12.
Las convulsiones que siguieron a 1 en cada 1.750 vacunas DPT (Cody et al., 1981)13, pueden resultar en inexplicable caídas en niños mayors que pueden sentarse o levantarse, la que podría causar trizaduras lineales del cráneo y otras fracturas. Cuando uno considera que se supone que  los bebés obtengan un mínimo de 3 dosis de DPT y OPV (vacuna oral de la polio), entonces el riesgo de desarrollar una convulsión es 1 en 580, y con 5 dosis el riesgo se incrementa en 1 en 350. Esto significa que un gran número de bebés desarrollan convulsiones después de la vacunación, entre las edades de 2 a 6 meses, hasta cerca de 18 meses, y de 5 a 6 años. Las convulsiones ocurren a menudo cuando uno de los padres o quien cuide al niño no está mirando, y el niño, mientras tanto yace acostado o sentado en el piso, simplemente calló de espaldas o hacia sus brazos.
Todas estas señales pueden ser mal diagnosticadas como resultado de daños mecánicos, particularmente así debido a que los vacunadores simplemente rechazan admitir que las vacunas causan graves daños causados por la perniciosa rutina de hasta 18 vacunas con las que los bebés son inyectados dentro de los 6 primeros meses de vida.
El sistema judicial debería por lo tanto estar más abierto a la vía documentada y explicaciones alternativas de los daños observados, y estar más alerta de las afirmaciones de los “expertos” pro-vacunas, que nada más que un vigoroso zamarreo pueda causar hemorragias retinales, inclusive tales afirmaciones sólo reflejan su ignorancia. Tales “expertos” luego van a casa y con impunidad continúan recomendando a los padres vacunar a los niños, y así ellos causan más y más casos de niños y bebés dañados por vacunas.
LA EPIDEMIA DE SARAMPIÓN QUE NUNCA EXISTIÓ
El término “Síndrome Munchausen por proxy” ha sido usado para identificar individuos que matan o dañan a un niño, para llamar la atención sobre sí mismos.  El término fue usado en muchas instancias en los años 80, cuando se hicieron los primeros intentos para explicar algunos de los casos de muerte súbita infantil.
De acuerdo a Meadow (1995),l4, “Síndrome Munchausen por proxy”  es una terminología llamativa, originalmente usada por razones periodísticas. Fue un término aplicado comúnmente a adultos que se presentaron a sí mismos con falsas historias de enfermedad, tal como el ficticio Baron de Munchausen quien viajó sobre bolas de cañón. El término es usado ahora para aplicarlo a padres de niños que presentan falsas historias de enfermedad, fabricada por un padre o alguien más en esa posición.
Mientras el término podría tener cierta validez describiendo esta forma especial de abuso infantil en casos documentados de padres envenenando lentamente a su hijo o exponiéndolo a innecesarios y a menudo peligrosos e invasivos tratamientos médicos, más recientemente llegó a ser una forma en que algunos doctores camuflan los reales efectos secundarios observados, especialmente en vacunaciones en el Reino Unido de sarampión, sarampión-rubeola-paperas, sarampión-rubeola. Muchos miles de niños Británicos (hasta 15.000, en mi considerada opinión) desarrollaron signos de autismo usualmente asociados con síntomas al intestino después de haber sido vacunados con las vacunas arriba mencionadas en 1994.
El boletín de ética médica publicó 2 artículos, en 1994 y 1995, tratando con este problema. El artículo de Octubre de 1994 (“¿Es tu vacuna del sarampión realmente necesaria?”) afirmó que durante Noviembre de 1994 el gobierno de Gran Bretaña estaría corriendo una campaña masiva de vacunación de sarampión con la intención de llegar a cada niño entre las edades de 5 y 16 meses.
Se afirmó que el propósito de esa campaña era prevenir una epidemia que de otra forma ocurriría en 1995, con hasta 200.000 casos y hasta 50 muertes. El artículo también mostró que desde 1990 ha habido sólo 8.000 a 10.000 casos e sarampión cada año en Inglaterra y Gales, y que coincidentemente fue una epidemia de sólo cerca de 5.000 casos en Escocia en el invierno de 1993/1994. Entre Mayo y Agosto de 1994, el promedio de notificación en Inglaterra y Gales cayó agudamente, de manera que no había nada que sugiriera claramente una epidemia inminente.
El artículo  de 9 páginas en el número de Agosto de 1995 de la BME afirmaba entre otras cosas que el 14 de Septiembre de 1992, el Departamento de Salud retiró 2 marcas de vacunas MMR (paperas, sarampión y rubeola), después de una filtración a la prensa sobre el riesgo de los niños a desarrollar brotes de meningitis después de la administración de estas vacunas. Ambas marcas contenían la cepa Urabe que se demostró causaba meningitis en 1 cada 1.044 vacunas (Yawata, 199415).
Basadaen la epidemiología del sarampión, nunca iba a haber una epidemia el año 1995 y ciertamente no había justificación para la vacunación concomitante de rubeola. La campaña masiva fue planeada como una alternativa experimental para un calendario de vacunación de sarampión-paperas-rubeola de 2 dosis. El gobierno del Reino Unido guió mal a los padres sobre la necesidad de la campaña y sobre los riesgos relativos de sarampión y la vacunación del sarampión. El Departamento de Salud rompió la ley de la Unión Europea sobre contratos para proveer las vacunas de la campaña. Todo esto debió ser extremadamente afortunado para las empresas farmacéuticas en cuestión, desde que las provisiones de vacunas de sarampión y rubeola fueron dejadas en 1992 y por las que virtualmente no había demanda y que pronto caducarían.
La campaña de vacunación logró muy poco. Ciertamente, en 1995 había tanto como el doble de muchos casos de rubeola confirmada serológicamente en Inglaterra y Gales, como en el mismo período de 1994: 412 casos contra 217.  Seis casos de rubeola en mujeres embarazadas fueron informados. Los datos indican que más casos de sarampión fueron notificados en el primer trimestre de 1995 (n=11) que en el primer trimester de 1994 (n=9). A pesar de esto, hubo varias afirmaciones por parte de medicos del gobierno que la transmisión de sarampión se había detenido entre niños en edad escolar. Higson (1995)16 escribió que 2 oficiales del Departamento de Salud trataron de justificar el éxito de la campaña de vacunación de sarampión y rubeola, usando datos que no pueden ser usados para dar comparaciones año a año para infecciones de sarampión. Ciertamente, él escribió que los datos recolectados por los Departamentos de salud Pública sobre las notificaciones de sarampión muestran que no indican beneficio de la altamente cara campaña. El gobierno Británico gastó unos 20 millones de libras comprando las casi expiradas vacunas de sarampión y rubeola.
Algunos 1.500 padres están participando ahora en una clase de acción por los daños sufridos por sus hijos, más a menudo problemas de intestino y autismo.
Wakefield et al. (1998)17, publicaron un paper en la revista LANCETA en la que ellos informaban sobre una serie consecutive de niños con enterocolitis crónica y desorden de desarrollo regresivo el que ocurrió de 1 a 14 días (la media, 6.3 días) después de las vacunaciones de sarampión, sarampión-paperas-rubeola y sarampión-rubeola. Ellos tambipen citaron el “exceso opioide” en la teoría del autism, los desórdenes autistasresultado de quiebre incomplete y excesiva absorción de peptides derivados del estómago a partir de comidas, incluyendo cebada, centeno, avena y caseína de la leche y productos lácteos, causado por daño al intestino por vacuna. Estos peptidos podrían ejercer efectos opioides centrales, directamente o a través de formación de ligandos con enzimas peptidasas requeridas para el quiebre de opioides endógenos del sistema nervioso central, llevando a la disrupción de la normal neuro-regulación y desarrollo cerebral por encefalinas endógenas y endorfinas.
Un número de padres británicos se me acercaron el año pasado y se quejaron que sus hijos tuvieron desarrollo conductual y problemas al intestino después de la vacunación mencionada arriba, y que en vez de obtener ayuda de sus doctores, se les dijo que ellos sólo imaginaron los síntomas o los causaron para atraer la atención sobre ellos. El término “síndrome Munchausen por proxy” fue usado. Causó muchos problemas y conflictos maritales y no hizo nada por las víctimas de la vacunación. Sus historias fueron horribles.
EDUCACIÓN SOBRE PELIGROS DE LA VACUNA
En resumen, la estela de desastres por vacuna está creciendo. No sólo las vacunaciones no están haciendo nada por mejorar la salud de los niños y otros recipientes, sino que estas vacunaciones causan graves problemas a la salud y agravan el victimismo de las familias de las víctimas de las vacunas.
Los padres de niños pequeños en edad de vacunación deberían usar su propio juicio y deberían educarse a ellos mismos sobre los reales peligros de este no-científico, inútil, dañino e invasivo procedimiento médico. No importa cuántas vacunas son forzadas, la vacunación no es obligatoria en Australia (aunque el Ministro Federal Liberal ha anunciado su plan de hacerla obligatoria en un futuro próximo, el que para mí sonó más como una amenaza a la vez), y los padres no tienen que vacunar a sus hijos. Aquellos padres que creen que están seguros mientras sigan la propaganda oficial, podrían tener un crudo despertar: ellos podrían ser acusados de causar daño el que resultó de la vacunación.
También urjo a praticantes medicos a usar su propio juicio y observaciones y estudiar la estela de desastre creado por la vacunación. Ellos deberían escuchar cuando sus pacientes y especialmente los padres de niños pequeños informan de efectos secundarios de vacunaciones.
La ausencia de habilidad de escuchar y observar la verdad ha creado una especie de médicos practicantes que infligen enfermedad en vez de curación, quienes llegan a ser acusadores más que ayudadores, y quienes están últimamente sólo encubriendo, ya sea conscientemente o sin saber, pero que con aterradora frecuencia incrementada para los desastres, creada por sus inútiles y mortales brebajes y ayudas mojigatas. Tal vez el término “Búmerang Munchausen” debería ser introducido para describir a aquellos miembros de la profesión médica que victimizan a las víctimas de sus propias dañinas intervenciones (vacunas en particular).
Me gustaría recordarles a aquellos que podrían estar aún pensando en que los daños por vacunas son superados por los beneficios de las vacunas, que las enfermedades infecciosas son beneficiosas para los niños para madurar su sistema inmunológico. Las enfermedades también representan desarrollo milenario. Tener sarampión no sólo resulta en inmunidad de larga vida al sarampión, sino que también una inmunidad no específica para un huésped u otro, más condiciones graves: enfermedades degenerativas de hueso y cartílago, ciertos tumores, enfermedades a la piel y enfermedades inmunoreactivas (Ronne, 198511). Tener paperas se ha demostrado que protege contra cancer ovárico (West, 196619). De manera que no hay necesidad de tratar de prevenir que los niños tengan enfermedades infecciosas.
Más aún. De acuerdo a investigación inmunológica ortodoja, las vacunas no inmunizan, sensitizan; ellas hacen a los recipientes más susceptibles a enfermedades (Craighead, 197520). Son los niños vacunados los que sufren problemas de salud crónicos (asma y constants infecciones al oido, siendo 2 de muchos efectos colaterales de las vacunas); quienes desarrollan efectos secundarios como la neumonia o sarampión atípico (el que lleva un 2 a un 15% de riesgo de mortalidad); o quienes podrían tener dificultad al pasar por enfermedades tan inocuas como la viruela, debido a que su sistema inmunológico ha sido suprimido por las vacunas.
En mi cierre remarco: urjo a padres hacerse a sí mismos algunas preguntas. ¿Ha notado cuánto son empujadas las vacunas mediante amenazas, coerción, victimización y medidas de castigo monetario, con padres que son acusados de causar lo que claramente son efectos secundarios de las vacunas?
¿Sucumbirá usted al mismo tipo de presión si cualquier otro producto fuera empujado con el mismo grado de venganza?
¿No sospecharía usted y preguntaría qué hay de malo con el producto si tiene que ser forzado sobre los consumidores?
¿Por qué tantos padres informados, tanto como muchos médicos informados, ahora rechazan la vacunación?
¿No debería usted sospechar de un sistema médico que se fuerza a sí mismo sobre usted, el que no aceptará responsabilidad por daños de vacunas y que legalmente trata de quitarle su derecho constitucional, democrático y legal de tener control sobre la salud de sus hijos y la suya propia, sin ser hostigado y victimizado?

1 comentario: